Una de las tantas cosas que la pandemia ha impedido es el mantener el contacto físico con familiares y amigos, aumentando la sensación de soledad, depresión y ansiedad.
Sin embargo, el hecho de no ‘tocar’ a alguien puede ocasionar serios problemas en la salud mental de las personas, debido a que desde nuestro nacimiento estamos condicionados al tacto. “El cuerpo humano ha construido todos sus modelos basándose en el tacto recibido de sus padres o cuidadores. Dependemos totalmente de quien nos cuida para satisfacer las necesidades básicas del cuerpo, ya que poco se puede hacer sin tocarlo”, explica al medio The Guardian la Dra. Katerina Fotopoulou, profesora de neurociencia psicodinámica de la Universidad de Londres.
El tacto tiene un gran impacto en nuestro bienestar psicológico. En en caso de los abrazos, son múltiples los beneficios que tienen como la reducción de los niveles de estrés y tensión, liberando oxitocina. Además, los abrazos liberan serotonina y dopamina, generando una gran sensación de bienestar y felicidad, mejorando el autoestima, los estados anímicos y la energía.
Otro beneficio de abrazar a otra persona, es la estimulación de la oxigenación del organismo, lo que ayuda a prolongar la vida de las células, y por ende, previene el envejecimiento prematuro.
Adaptarse a la soledad
Abrazar relaja, aporta tranquilidad, seguridad y confianza. Nos hace sentir bien y contribuye el riesgo de padecer demencia. Pero, ¿qué pasa cuando no podemos abrazar o tocar a alguien por motivos externos a nosotros?
El psicólogo de VidaIntegra, Fernando Marchant, explica que la soledad afecta a todas las personas en su salud mental, influyendo también a nuestro sistema inmunológico, el cual disminuye. “Facilita la aparición de enfermedades de tipo psicosomático, además de generar sensaciones de abandono y de no sentirse apoyado. En condiciones de pandemia esto se agrava ya que el sentirse aislado altera la estabilidad mental, influyendo incluso en la parte cognitiva, ya que se ralentiza el pensar”.
Además, el especialista agrega que “en la profundidad de nuestro psiquismo existe el miedo a la soledad y al abandono, y cuando se da en condiciones en vida personal, estas situaciones pueden activar el sentimiento de soledad, aumentando la sensación de vulnerabilidad y afectando el presente y el futuro de cada persona”.
Pablo Ortíz tiene 21 años y vive en la ciudad de Concepción. Al principio de la pandemia estuvo unos meses solo, lo que gatilló en él una serie de síntomas psicosomáticos, que incluían el mal dormir y comer. “Durante ese tiempo tuve clases online, por lo que el hecho de vivir solo más la pandemia, afectó directamente en mi concentración, que no aprendiera nada y hubo un aumento de seguridad, por lo que terminé faltando a mucha de mis clases”, cuenta el estudiante de periodismo.
“Además, mi ritmo de sueño se vio alterado por las preocupaciones que causaba el estar solo en pandemia y con la carga académica. Comencé a tomar cosas para dormir y ahí se fue deteriorando más mi salud, con jaquecas constante, dolores de estómago”, detalla Pablo Ortíz.
Para Franka Moncada, enfermera de 24 años, también fue una compleja situación, ya que durante la pandemia decidió independizarse, por lo que la experiencia de vivir sola durante una pandemia, no fue una grata para ella.
“Salía de un turno, volvía al departamento y en el fondo sólo era comer y dormir. Emocionalmente estuve en un limbo, porque es difícil no tener contacto con otra persona y estar sola en una situación estresante, además de ser profesional de la salud atendiendo pacientes covid y lo único que quería era tener un gatito. Afortunadamente fue un periodo corto y mi pareja vino a vivir conmigo, pero fue muy difícil”, dice la enfermera.
Una contención que no llega
Para Pablo Ortíz fue un poco más difícil manejar sus estados de ansiedad, ya que en época normal, solía trabajarlos en compañía y con algún abrazo que lo hiciera sentir en calma. “En abril o mayo las crisis me duraron días, no me quería levantar de la cama y sólo porque no había nadie que estuviera conmigo. Hubo gente detrás de una pantalla, pero ninguna aplicación puede suplir la contención de una persona”.
Conforme avance la pandemia, muchos deberán aprender a lidiar con el estrés profundo, sin el apoyo que puede dar otra persona. Si bien todos tienen límites diferentes, cada ser humano reacciona y procesa de manera diferentes sus emociones, por lo que la estabilidad mental puede verse gravemente afectada por esta situación.
El psicólogo Fernando Marchant comenta que “cuando se está solo, en nuestro cerebro aparecen sensaciones de aburrimiento, la desmotivación y las ganas de vivir, y con ello aumenta esa sensación de abandono. En la condición de privación cerebral, cesan las actividades que las personas suele hacer y las cosas que antes generaban placer o gusto, ya no se perciben de la misma forma”.
Los adultos, es posible que no comprendan la importancia del tanto, incluso cuando este ya no está. El neurocientífico de la Universidad de Oxford, Francis McGlone, comenta a The Guardian que “podríamos empezar a darnos cuenta de que algo falta, pero no siempre sabremos que es el tacto. Pero cuando hablamos del problema de la soledad, a menudo ignoramos lo obvio: lo que las personas solitarias no reciben es justamente el contacto físico”.
Según el medio citado anteriormente, en tiempos de privación del tacto no existe un sustito real de lo que percibimos de las otras personas, pero que sí existen formas de calmarnos. Por ejemplo, se puede experimentar el tacto indirectamente, esto, según investigadores, se da al ‘observar el tacto’ en películas o la televisión, debido al llamado ‘Toque Vicario’, donde el cerebro codifica experiencias multisensoriales de diferentes formas, permitiendo ‘sentir’ dolor y otras emociones, aunque no significa que esto sea algo permanente, sino que funciona como un sustituto parcial.
El hecho de que la pandemia cese pronto, significaría que muchos de los que se han visto en esta situación puedan mejorar su estado emocional, pero mientras no ocurra, es importante consultar a un especialista para saber llevar esta situación, la cual puede disminuir con la ayuda de sus mascotas, ya que al acariciar a un perro o un gato, se activan sensores de placer, ayudando a bajar sensaciones de ansiedad.