El sistema frontal que ha golpeado con fuerza a la zona centro y sur del país no solo ha dejado calles anegadas, cortes de energía y complicaciones en sectores rurales; también ha puesto en evidencia lo frágiles que somos frente a eventos que, aunque naturales y esperados, parecen seguir tomándonos por sorpresa.
La pregunta inevitable es: ¿qué nos falta para mejorar? Porque sí, contamos con informes meteorológicos serios y cada vez más certeros. Contamos con profesionales como Eduardo Varela, cuya afición por la meteorología se ha transformado en un servicio valioso para cientos de personas que siguen sus pronósticos. Y, por supuesto, existen organismos oficiales que emiten alertas con antelación. Pero, ¿les hacemos realmente caso? ¿O esperamos a ver caer la primera gota para reaccionar?
Lo más paradójico es que este tipo de eventos “siempre han pasado”, como suelen decir quienes recuerdan inviernos duros de décadas pasadas. Sin embargo, hoy todo se vive y se expone de otra manera: en tiempo real, a través de redes sociales saturadas de imágenes, videos y advertencias que viajan más rápido que el propio frente de mal tiempo.
Pero, ¿qué pasa cuando se corta la energía eléctrica? ¿Cuando se nos va la señal telefónica y quedamos sin internet? La dependencia de la conectividad digital es tal, que la desconexión repentina provoca ansiedad, desinformación y una sensación de vulnerabilidad total. Ahí es cuando nos damos cuenta de que la tecnología es útil… pero no infalible. Y que la preparación no puede limitarse solo a tener datos móviles o seguir cuentas de meteorología.
No hemos iniciado oficialmente el invierno, y ya hay zonas que enfrentan lluvias con volúmenes extremos, caminos cortados y viviendas afectadas. Quizás es momento de asumir que no podemos seguir improvisando. Que se requiere una cultura real de prevención, no solo a nivel institucional, sino también familiar y comunitario.
El desafío es grande: cómo combinar una buena información, una preparación constante y una ciudadanía activa, sin esperar que sea demasiado tarde. Porque no se trata solo de abrigarse o buscar refugio, sino de entender que cada frente meteorológico nos pone a prueba como sociedad.