Categorías: Opinión

La violencia no distingue especie: el maltrato animal como reflejo social

En los márgenes de nuestra sociedad existen víctimas que no gritan, pero cuyo dolor es evidente. Son los animales maltratados, seres sintientes que muchas veces viven y mueren en silencio, invisibles ante una sociedad que aún no comprende del todo la gravedad de la violencia ejercida contra ellos.

El maltrato animal no es solo una tragedia ética: es también una señal de alerta. Diversos estudios, y la propia experiencia en medicina veterinaria forense, han demostrado que donde hay crueldad hacia los animales, frecuentemente hay también otras formas de violencia: hacia mujeres, niños, personas mayores. Los animales no solo sufren, también nos advierten.

En su última cuenta pública, el Presidente Gabriel Boric destacó la urgencia de enfrentar esta problemática, anunciando medidas como la creación de un registro de personas condenadas por maltrato animal y el fortalecimiento de la fiscalización de actividades que involucren animales. Estas son señales políticas necesarias y esperadas, pero aún queda mucho por hacer en el terreno práctico.

La patología veterinaria forense se ha convertido en una herramienta clave para hacer justicia. Permite, a través de la ciencia, que los animales hablen. Sus cuerpos revelan, mediante evidencia clara, las agresiones sufridas, la causa de muerte y, muchas veces, los agravantes. Esto no solo sirve para condenar al culpable, sino también para visibilizar el sufrimiento que muchas veces se oculta tras las paredes de un hogar o en rincones rurales alejados.

Sin embargo, aunque existen leyes que protegen a los animales, el proceso para denunciar sigue siendo engorroso, incierto o inaccesible para la mayoría. Si de verdad queremos cambiar esta realidad, Chile necesita con urgencia canales de denuncia seguros, accesibles y eficaces. Líneas telefónicas, plataformas digitales, protocolos claros para veterinarios y una red interinstitucional que actúe con rapidez.

Denunciar el maltrato animal no es solo un deber moral: es un acto de responsabilidad social. Porque proteger a un animal es también proteger a una familia, a una comunidad, a una sociedad entera.

La violencia no distingue especie, y nuestra respuesta tampoco debería hacerlo. Si aspiramos a un país más justo, debemos comenzar por erradicar toda forma de violencia, sin importar a quién va dirigida. El respeto por los animales es parte del respeto por la vida misma.

Quirihue

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