Este 10 de octubre se celebra el día internacional de la Salud Mental, donde una arista que suele quedar fuera es la depresión post parto. La matrona y académica de la Escuela de Obstetricia UNAB, Angie Demierre, habla sobre la importancia del acompañamiento y de las brechas que existen en el acceso a la atención de esta enfermedad.
La depresión post parto (DPP) se traduce en un estado de gran vulnerabilidad emocional debido a la importante carga hormonal para quien da a luz, pero aún más en el contexto biopsicosocial en el que se desarrolla.
Según la académica de la carrera de Obstetricia de la Universidad Andrés Bello, Angie Demierre, durante el embarazo pueden aparecer síntomas como sentimientos de culpa, anhedonia, desesperanza, e incluso ideación suicida, los cuales son importantes factores de riesgo para generar DPP.
Si bien desde el 2008 el MINSAL utiliza la escala de Edimburgo para detectar esta enfermedad, que se realiza principalmente por matronas y matrones en la atención del ingreso de embarazo y post parto, los esfuerzos aún no son suficientes para poder disminuir las cifras.
“Actualmente, de acuerdo a estudios realizados en nuestro país, la incidencia de depresión post parto se encuentra entre 8,8 y 9,2% y su prevalencia es de un 20,5%, lo que significa que una de cada cinco madres sufrirá de esta enfermedad en algún momento de su vida” sostiene la docente.
Dificultades en el acceso a atención
Según Demierre, la DPP se tiende a desarrollar durante el embarazo y se acrecienta en situaciones donde existe una relación inversamente proporcional entre el nivel socioeconómico y el riesgo de esta enfermedad, multiplicándose hasta tres veces más.
“La DPP no es solo una enfermedad que afecta a la madre, sino también a las hijas e hijos y la familia, pudiendo desencadenar abandono al menor, negligencia e incluso violencia hacia él mismo, con las consecuencias legales que eso conlleva”.
La académica añade que hay ciertos factores que dificultan el acceso a la atención de estas usuarias, como “miedo, vergüenza, las percepciones negativas respecto a la atención psicológica para las personas, y más aún los roles de género que descansan las labores del hogar como una función principalmente femenina, que se sobrecarga con los cuidados del puerperio de la madre y el recién nacido”.
Situación que se agravó durante los dos años de pandemia, donde el estrés, el miedo a enfermarse, los confinamientos y el distanciamiento social fueron factores que propiciaron la aparición de esta afección.
Desafíos de la salud pública
La depresión post parto se trata principalmente a través de psicoterapia, pero en ocasiones puede ser necesario el uso de medicamentos recetados por un especialista.
Sin embargo, la académica UNAB sostiene que además de esto “debemos generar ambientes protectores para todas las madres desde la gestación, especialmente desde sus familias y personas cercanas, sobre todo la pareja, donde se involucre activamente en el proceso de la crianza”.
“De acuerdo con un estudio hecho por la Universidad del Desarrollo, las madres que reciben más apoyo durante el postparto, especialmente de sus parejas y su propia madre (abuela del menor), tienen menos síntomas de DPP. Los que indican que el entorno es primordial para poder prevenir la enfermedad.”
Demierre hace hincapié en la generación de espacios de conversación entre gestantes y puérperas, donde el compartir experiencias las ayuden a sentirse más acompañadas; así como también a normalizar acudir a servicios de salud mental.