Cada 17 de mayo, el mundo conmemora el Día Mundial de la Hipertensión Arterial, una enfermedad silenciosa que afecta a millones de personas en todo el mundo. En Chile, las cifras indican un aumento en la prevalencia de esta condición. Sin embargo, un aliado importante en esta batalla reside en el ejercicio y la actividad física.
Según datos de la Encuesta Nacional de Salud, la prevalencia de la hipertensión arterial en Chile ha ido en aumento en los últimos años, afectando a un 27,6% de la población de acuerdo con el último sondeo. Este aumento es motivo de preocupación, especialmente entre los adultos mayores, de los cuales 7 de cada 10 en Chile la padecen, y aquellos con menor nivel educativo.
«La hipertensión arterial es una enfermedad crónica que afecta a un gran número de chilenos, y sus complicaciones pueden ser devastadoras si no se controlan adecuadamente», comenta Cristian Álvarez, investigador del Instituto de Ciencias del Ejercicio y la Rehabilitación de la UNAB y doctor en Ciencias de la Salud.
El papel del ejercicio en el control de la hipertensión
En este escenario, el ejercicio emerge como una herramienta importante en la prevención y el control de la hipertensión arterial. Estudios han demostrado que apenas seis semanas de actividad física regular pueden llevar a una reducción significativa en los niveles de presión arterial.
«El ejercicio regular es capaz de normalizar en un corto período de tiempo la presión arterial, lo que puede ser crucial en el manejo de la hipertensión», explica Álvarez. «Desde caminar hasta realizar ejercicios de fuerza, todas las formas de actividad física tienen beneficios en la salud cardiovascular».
“El ejercicio físico reduce la presión arterial, incrementa la capacidad cardiorrespiratoria, reduce el tiempo de recuperación después de cualquier tipo de esfuerzo físico, mejora la masa muscular, reduce la cantidad de grasa corporal que existe dentro de los músculos, así como la grasa que se deposita entre los órganos y bajo la piel”, complementa Álvarez.
El investigador explica que, ya que las personas con hipertensión suelen tener las arterias rígidas y sus vasos sanguíneos pierden flexibilidad, el ejercicio recupera la elasticidad en ambas, haciendo que la red de vasos transporte más oxígeno, más nutrientes y colaboren mejor en la remoción de desechos desde los músculos al medio exterior.
“Particularmente, el ejercicio físico cambia con el tiempo la forma y el tamaño del corazón, este se hace mucho más efectivo en los latidos, y es normal encontrar que después de varias semanas en un programa de ejercicio las personas disminuyan la cantidad de latidos por minuto en reposo, mientras que por otra parte cuando realizan ejercicio, estas pueden alcanzar una mayor cantidad de latidos por minuto en estos esfuerzos”, añade.