Con profundo pesar, la comunidad parroquial del Dulce Nombre de Jesús de Quirihue despidió a su querido diácono permanente, Sergio Alarcón Parra, quien falleció el pasado viernes por la mañana.
Don Sergio, quien fuera ordenado diácono hace 19 años, se convirtió en un referente espiritual para la comunidad, dedicando su vida al servicio de los demás. Casado con Juana Gutiérrez y padre de siete hijos, era un hombre profundamente creyente y comprometido con su fe.
Su vocación al diaconado surgió tras una formación en Chillán, impulsada por el padre Agustín Moncada, quien en sus inicios como párroco de Quirihue convocó a un grupo de laicos varones. Desde entonces, Don Sergio se destacó por su entrega y cercanía con los fieles, acompañándolos en los momentos más importantes de sus vidas.
Como diácono, Don Sergio desempeñó un papel fundamental en la comunidad, celebrando eucaristías, bendiciendo bautizos y matrimonios, visitando enfermos y consolando a familias en duelo. Además, se ganó el cariño y respeto de los bomberos, a quienes acompañó como capellán.
A pesar de los desafíos que presentó la pandemia de COVID-19, Don Sergio continuó sirviendo a su comunidad hasta el último momento, siempre con una sonrisa y una palabra de aliento. En las últimas semanas, su estado de salud se agravó, por lo que fue trasladado a Santiago para recibir atención médica especializada. Sin embargo, prefirió regresar a su hogar en Vegas Verdes, donde rodeado de sus seres queridos recibió los últimos sacramentos y se preparó para su encuentro con el Señor.
La partida de Don Sergio deja un vacío en la comunidad parroquial de Quirihue, pero su legado perdurará en el corazón de quienes lo conocieron y apreciaron. Su entrega, su fe y su servicio desinteresado serán una inspiración para las futuras generaciones. Tuvo este domingo un masivo adiós tanto en la parroquia como quienes le acompañaron hasta el campo santo.