POR: La Discusión
La historia de las bordadoras de Ñuble está grabada a fuego en la memoria de las siete integrantes del grupo que lleva el nombre de quien hace 50 años, sembró la primera semilla de lo que se convertiría en una tradición de la zona.
En 1971, Carmen Benavente llegó de Estados Unidos a Ninhue y se propuso armar un grupo de bordadoras con la técnica que había ella aprendido en el país del norte. Para eso, la ayudó Filomena Vergara, quien reunió en primera instancia a un grupo de 12 mujeres. A través de los años llegaron a ser 60.
A los pocos meses de instrucción, Carmen llevó varios bordados a Santiago para exhibirlos en el Callejón de la Artesanía. En 2011, en la sede de la embajada chilena en Estados Unidos, Carmen realizó la muestra The Art of Stitching the Ordinary, y además editó un libro con el trabajo que realizó con las bordadoras. Carmen vive de nuevo en Estados Unidos, la última vez que visitó a sus aventajadas alumnas fue en el 2012, ya no puede viajar porque bordea los 100 años de edad.
El fin de semana pasado, dos de las alumnas de Carmen, Patricia Medina y Dina Loyola viajaron hasta Santiago con el alcalde de Ninhue, Luis Molina, para recibir un reconocimiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. En la ceremonia, las artesanas compartieron con la directora sociocultural de la Presidencia, Irina Karamanos, quien les dio la bienvenida y les comentó su alegría por conocerlas viniendo desde tan lejos.
Molina dijo que “para este alcalde fue un agrado de estar en Santiago para acompañar a las vecinas Patricia y Dina. Ambas por muchos años pertenecen a la agrupación de bordadoras y que por años ha estado presidida por Filomena Vergara. Se trata de un grupo de mujeres que participan de la agrupación y que hacen trabajos maravillosos. Fuimos al museo de Quinta Normal y nos encontramos con que en esos espacios estaban ellas exponiendo sus trabajos. Estamos muy contentos porque dos de las nuestras, eran consideradas para este reconocimiento. Esto es para toda la comuna de Ninhue porque ellas son fieles representantes nuestras”, indicó.
El arte de bordar
Patricia Medina tenía 17 años en 1971, cuando Carmen Benavente llegó a la comuna con la intención de enseñarle a las mujeres la técnica del crewel. “Me gustó bordar, primero aprendimos los puntos. Después ella nos dijo que dibujáramos lo que quisiéramos. Yo lo primero que hice fue un avión, no los conocía, pero había encontrado una foto en una revista. Ella siempre se acordaba y me decía que esos eran mis deseos de volar”, recuerda sobre Carmen, su maestra y guía.
“Luego de esa época estuve con algunas lagunas porque vivía con mis abuelos. Mi abuelo falleció y me fui a trabajar, luego me casé. En el año ‘90 retomé el bordado y regresé a la agrupación que había fundado Carmen, volví al taller y desde ahí no he parado. Siento que no soy tan buena, pero cuando me pongo a bordar no hay nadie que me pueda parar”, cuenta entre risas.
Patricia no tuvo hijos, no obstante, ha sido testigo de cómo las nuevas generaciones de Ninhue no están continuando con la tradición de 50 años. “La juventud no quiere nada con eso. Igual le pasa a las otras colegas, sus hijas no quieren, la juventud no quiere eso. Esto, con los años se va a perder. Yo tengo 68 años y las otras poco menos, la presidenta, tiene más de 80, por lo que no quedará nadie que siga con esta tradición. Los más jóvenes prefieren estudiar, lo que igualmente está bien”, reflexiona.
Patricia cuenta que todas recuerdan con cariño a Carmen Benavente, a quien no ven desde el 2012. De hecho, antes de esa fecha las había apoyado para que exportaran sus trabajos a Estados Unidos, sin embargo, Patricia recuerda que luego del atentado de las Torres Gemelas en el 2001, las exportaciones se detuvieron.
“Ahora quedamos siete en el taller, y nos reunimos sagradamente todos los lunes en el taller que está en la casa de la presidenta. Cuando comenzamos éramos como 60, con el tiempo algunas se dedicaron a otras labores, otras fallecieron”, precisa.
Dina Loyola también fue parte de la comitiva en Santiago la semana recién pasada. Ella comenzó en el taller de Carmen hace 30 años. Primero en el taller parroquial, y luego al grupo que había formado la chilena radicada en EE.UU. Ella recuerda que había sido mamá hace poco e iba con su hijo pequeño al que depositaba en una cajita mientras ella aprendía la técnica. “Trabajamos mucho, vendimos y, pude ayudar a mis hijos, sacarlos adelante. Ahora en Santiago, nos felicitaban y agradecían el trabajo que hacemos. A varias, ese reconocimiento nos llena el corazón”.