Con la llegada de las vacaciones de invierno, muchas comunas del país se preparan no solo para una pausa en el calendario escolar, sino también para ofrecer espacios de esparcimiento, cultura y recreación para sus vecinos. En un contexto en que las rutinas aceleradas, las bajas temperaturas y los efectos emocionales del encierro invernal pueden afectar especialmente a niños y adolescentes, los municipios están asumiendo un rol clave: acercar el arte, el deporte y la convivencia a sus comunidades.
Municipios como el de Quirihue, en la Región de Ñuble, han dado el ejemplo al presentar una completa programación gratuita para estas semanas. Talleres artísticos, cine familiar, cuenta cuentos, música en vivo, obras de teatro y actividades deportivas forman parte de una cartelera pensada no solo para entretener, sino también para incluir. Porque en sectores donde el acceso a panoramas culturales suele ser limitado, estas iniciativas no son un lujo, son un acto de equidad.
Detrás de cada taller o función hay una intención mayor: recuperar la calle como espacio seguro, promover el desarrollo emocional y cognitivo de los más pequeños y, quizás lo más importante, fortalecer el tejido social. Las vacaciones no deberían ser sinónimo de aislamiento ni de pantallas eternas; pueden y deben ser un momento para compartir, crear y descubrir.
Que más municipios sigan este ejemplo es un desafío y una oportunidad. Las vacaciones de invierno pueden convertirse en un puente entre generaciones, en un refugio contra la soledad y en un motor para la identidad local. Que esta pausa invernal sea, también, una temporada de reencuentro y alegría para todas y todos.