Este viernes 20 de junio, Chile conmemorará uno de sus 18 feriados establecidos en el calendario laboral. A diferencia de otras fechas, esta no conmemora una efeméride histórica ni una celebración religiosa tradicional, sino algo más profundo: la identidad ancestral de los pueblos que habitaron y habitan este territorio mucho antes de que existiera la República. Se trata del Día Nacional de los Pueblos Indígenas, jornada instaurada por la Ley 21.357, y que desde 2021 se reconoce como feriado oficial.
La fecha no es casual. Se vincula con el solsticio de invierno, momento en que el sol comienza a “renacer” en el hemisferio sur. Para muchas culturas indígenas este fenómeno marca el inicio de un nuevo ciclo de vida. Es así como, en esta misma época, el pueblo mapuche celebra el We Tripantu, los aymara el Machaq Mara, los quechua el Inti Raymi, y los rapa nui la fiesta de Aringa Ora o Koro. Son tiempos de ceremonia, encuentro, agradecimiento y renovación espiritual.
Sin embargo, más allá del simbolismo y las tradiciones, este día invita a una reflexión profunda sobre la realidad de los pueblos originarios en Chile. Porque si bien el reconocimiento simbólico avanza —como lo hace este feriado nacional— aún persisten desafíos urgentes en materia de derechos territoriales, representación política, revitalización lingüística, y acceso equitativo a educación, salud y justicia.
Este día libre, que implicará la suspensión de clases y la paralización de múltiples actividades laborales, no es solo una pausa del ritmo productivo; es, o debiera ser, una oportunidad para mirar al país con otra lente: la del respeto, la diversidad, la memoria y la dignidad. El comercio funcionará con normalidad, ya que el feriado no es irrenunciable, lo que da cuenta de las contradicciones que todavía subsisten entre lo simbólico y lo estructural.
Chile, como Estado plurinacional de hecho aunque no aún de derecho, necesita avanzar hacia una relación más justa y colaborativa con los pueblos indígenas. Y para ello, el primer paso siempre será el reconocimiento: reconocer el pasado, reconocer el presente, reconocer la deuda histórica y los aportes vivos que estas culturas hacen a la identidad del país.
Que este 20 de junio no pase como un día más de descanso, sino como una fecha que nos invite —como sociedad— a reconectar con nuestras raíces, a valorar la riqueza de nuestra diversidad, y a trabajar por un futuro donde todos los pueblos, lenguas y culturas convivan con igualdad y respeto.